narrar es contar sucesos hechos reales o imaginarios.
existen dos tipos de narraciones:
ORALES: se realiza a través del habla
ESCRITAS: A traves de letras o símbolos donde ponemos en juego nuestra imaginación
LA NARRACIÓN
miércoles, 1 de septiembre de 2010
LA LEYENDA
La leyenda negra de la Inquisición española es un término utilizado por aquellos autores que consideran la existencia de una imagen fantaseada o exagerada de la Inquisición española como epítome del terror y la barbarie humana. Como tal, forma parte de la leyenda negra española y es una de sus fracciones más recurrentes.
Peters la define como "un cuerpo de leyendas y mitos que, entre los siglos XVI y XX, establece el carácter percibido de los tribunales inquisitoriales y que han influido sobre todo intento posterior de recuperar la realidad histórica".
ORIGEN
Durante el proceso inicial de creación de la Leyenda Negra en la Europa no ibérica, la persecución medieval de herejes o la de moriscos y judaizantes no levantó críticas importantes. Kamen[3] da dos orígenes a la Leyenda Negra de la Inquisición española. Por una parte, un origen católico en Italia y, por otra, un origen protestante en la Europa central y septentrional.
Los embajadores de los gobiernos italianos independientes promovían la imagen de una España pobre y atrasada dominada por una tiránica Inquisición. En 1525, Contarini, embajador de Venecia, comenta que todos tiemblan ante la Inquisición. El embajador Tiépolo escribe en 1563 que todos tienen miedo a su autoridad, que tiene poder absoluto sobre la propiedad, la vida, el honor e incluso las almas de los hombres. Además insiste en que el rey la favorece para controlar mejor a la población. El embajador Soranzo afirma en 1565 que la autoridad de la Inquisición trascendía la del rey. Guiciardini, embajador de Florencia en la corte de Carlos I, dice de los españoles en apariencia religiosos, pero no en la realidad, casi las mismas palabras de Tiépolo en 1536.
Los italianos veían en general a la Inquisición como un mal necesario para los españoles, cuya religiosidad era dudosa, por no decir falsa, tras siglos de mezcla con judíos y moros. De hecho, a partir de 1492 marrano pasó a ser sinónimo de español y al papa Alejandro VI se le llamaba marrano circuncidado. La Inquisición, se decía, aunque bien necesaria para los españoles, no era más que una treta para robar el dinero de los judíos y no tenía nada que buscar en territorio italiano, donde no era necesaria. Cuando la Inquisición comenzó a perseguir a luteranos, la explicación fue que los españoles eran por naturaleza más dados a la herejía.
Por una parte, los teólogos católicos tachaban de advenedizos a los protestantes, que, al contrario que la Iglesia Católica, no podían demostrar su continuidad desde tiempos de Cristo. Por otra, los teólogos protestantes razonaban que esto no era cierto, que la suya era la Iglesia auténtica que había sido oprimida y perseguida por la Iglesia Católica a lo largo de la historia.[5] Este razonamiento, que sólo fue esbozado por Lutero y Calvino, fue completado por la historiografía protestante posterior, identificándose con Wyclif o los lollards de Inglaterra, los husitas de Hungría y los valdenses de Francia. Esto, a pesar de que los herejes en el siglo XVI no sólo eran perseguidos en países católicos, sino también en los países protestantes.[6] A finales del siglo XVI las confesiones protestantes se habían identificado con las herejías de épocas anteriores y se autodefinían como mártires.
Cuando comenzaron las persecuciones de protestantes en España, la hostilidad que había hacia el papismo se extendió inmediatamente al rey de España, del que dependía la Inquisición, y a los dominicos, que la dominaban. Al fin y al cabo, la mayor derrota que habían sufrido los protestantes había sido a manos de Carlos I de España en la batalla de Mühlberg en 1547. Una imagen de España, en parte promovida por la corona española, como adalid del catolicismo se extendió por toda Europa.
Este era el lamento que continuamente se escuchaba en la ciudad de México: ¡Ay de mis hijos, que será de mis hijos!
Se daba el toque de queda en la catedral y todos los habitantes de la ciudad cerraban las puertas de sus casas con cuanto tuvieran a la mano. Se encerraban a piedra y lodo, pues nadie quería ni siquiera asomar los ojos hacia fuera.
Dicen que hasta los viejos soldados conquistadores, que demostraron su valentía en la conquista de México, no querían salir a la calle, al llegar esa hora terrible. Los hombres se encontraban cobardes y a las mujeres les temblaba todo el cuerpo; los corazones se sobresaltaban al oír este gemido terrible, largo, que penetraba hasta los huesos.
¿Quién podría ser el valiente que se atreviese a salir a la calle ante ese llanto que causaba profunda lástima y que se escuchaba noche a noche por la ciudad entera? ¡La llorona! Clamaba la gente y del puro susto apenas podían murmurar una pequeña oración y con la mano temblorosa hacían la señal de la cruz. Las mujeres oprimían sus rosarios con el corazón, cruces o imágenes que llevaban colgando de sus cuellos.
La ciudad vivía verdaderamente aterrorizada.
Cuando se escuchaban los gemidos de esta mujer, más de algún valiente quiso salir a ver quien era la persona que emitía esos gritos tan angustiosos, costándole en ocasiones a unos la vida o a otros el juicio que veían perdidos por el susto. Se decía que esto era cosa de ultratumba, pues si se tratara de gritos humanos, éstos no se escucharían a más de tres calles de distancia y sin embargo estos lamentos se oían por toda la ciudad; traspasaban paredes y todos los habitantes los escuchaban.
Hubo algunos envalentonados por el vino, que al salir de las tabernas pretendían ir a su encuentro, encontrando en esta hazaña la muerte. Otros quedaron locos de la impresión y los menos, no volvieron a intentar esta aventura y preferían quedarse encerrados en sus casas.
La llorona era una mujer que flotaba en el aire, con un vestido blanco y cubría su descarnado rostro con un velo muy suave, que permitía verle la calavera de su cara. Cruzaba toda la ciudad con mucha lentitud; unas noches por unas calles o plazas y otras por distintas callejuelas; dicen los que la vieron que alzaba los brazos y emitía aquel quejido angustioso que asustaba a todos los que la escuchaban: ¡Ay, ay de mis hijos, que será de mis hijos! Luego se desvanecía en el aire y se trasladaba a otro sitio a emitir sus quejidos.
De una calle a otra, recorría plazas diversas, hasta llegar a la Plaza Mayor ; allí se ponía de rodillas, besaba el suelo y se ponía a llorar con mucha desesperación, terminando con un largo ¡Ayyy!
Se levantaba y se encaminaba hacia la orilla del lago caminando lentamente y ahí se perdía, se vaporizaba en el aire y se perdía de vista, no se sabe si se sumergía en las aguas o se disolvía, puesto que los que la llegaron a seguir, dicen que en este sitio se perdía de vista.
Esto pasaba todas las noches en la ciudad de México y verdaderamente tenía inquietos a los habitantes de la ciudad, pues nadie podía explicarse quien era esa mujer y cual era la razón de sus lamentos.
Muchas eran las versiones que se daban en torno al suceso.
Unos decían que esta mujer había fallecido lejos de su esposo a quien amaba profundamente y que venía de ultratumba a verle y a llorarle, pues no podía estar con él, pues se decía que dicho caballero había vuelto a contraer nupcias con una bella dama y que ya la había olvidado completamente. Otras lenguas afirmaban que la mujer nunca pudo desposarse con el caballero, pues la sorprendió la muerte antes de que le diera su mano y la razón por la cual venía del más allá, era para volverle a ver, pues resultaba que el tal caballero se encontraba perdido en vicios que perturbaban su alma.
Al decir de otras gentes, se creía que la mujer era viuda y que se lamentaba de esta forma, porque sus hijos huérfanos estaban sumidos en la más honda desgracia, sin que ningún corazón se moviese por ayudarlos. También se corría la versión de que la mujer era una pobre madre a quien le asesinaron a todos sus hijos y que su salir de la tumba era para llorarles.
Otros afirmaban que había sido una esposa infiel y que como no hallaba paz en la otra vida, venía del mundo de los muertos, con el fin de alcanzar el perdón por sus faltas cometidas en vida. Algunos decían que la mujer había sido asesinada por un marido celoso; se comentaba también que la famosa llorona era la célebre Doña Marina, quien de todos es sabido que vivió amancebada con el conquistador Hernán Cortés y que venía a este mundo con permiso del Cielo, a llenar el aire de lamentaciones, en franca señal de arrepentimiento, por haber traicionado a su pueblo, al ponerse del lado de los conquistadores españoles y que cometieron tantas brutalidades contra su pueblo.
Esta pobre alma viajaba por todo el país de México, llegando a cada ciudad en donde; en las noches de luna se veía pasar su silueta blanca y profiriendo sus espantosos lamentos que asustaban al ganado; se le llegó a ver hincada al pie de cruces; salía con gran misterio de las cuevas, donde habitaban salvajes fieras emitiendo siempre su lamento ¡Ay, ay de mis hijos, que será de mis hijos!
Esta leyenda de la llorona es muy antigua, sus orígenes se remontan al México Prehispánico, pues había la leyenda de que las mujeres muertas en parto, solían venir a este mundo en una fecha determinada del calendario, convirtiéndose en fantasmas para asustar en los caminos a quien se le pusiera enfrente.
Esta tradición se deriva también de las premoniciones que tuvieron los antiguos mexicanos antes de la llegada de los españoles,
Peters la define como "un cuerpo de leyendas y mitos que, entre los siglos XVI y XX, establece el carácter percibido de los tribunales inquisitoriales y que han influido sobre todo intento posterior de recuperar la realidad histórica".
ORIGEN
Durante el proceso inicial de creación de la Leyenda Negra en la Europa no ibérica, la persecución medieval de herejes o la de moriscos y judaizantes no levantó críticas importantes. Kamen[3] da dos orígenes a la Leyenda Negra de la Inquisición española. Por una parte, un origen católico en Italia y, por otra, un origen protestante en la Europa central y septentrional.
[editar] Italia
La influencia primero aragonesa y luego española en la Península Itálica llevó a la opinión pública, incluyendo al papado, a ver a los españoles como una amenaza. Se cultivó una imagen desfavorable de España que naturalmente acabó incluyendo una visión negativa de la Inquisición. Revueltas contra la Inquisición en territorios de la Corona Española en Italia se produjeron en 1511 y 1526 en Sicilia y simples rumores de la introducción causaron revueltas en Nápoles en 1547 y 1564.Los embajadores de los gobiernos italianos independientes promovían la imagen de una España pobre y atrasada dominada por una tiránica Inquisición. En 1525, Contarini, embajador de Venecia, comenta que todos tiemblan ante la Inquisición. El embajador Tiépolo escribe en 1563 que todos tienen miedo a su autoridad, que tiene poder absoluto sobre la propiedad, la vida, el honor e incluso las almas de los hombres. Además insiste en que el rey la favorece para controlar mejor a la población. El embajador Soranzo afirma en 1565 que la autoridad de la Inquisición trascendía la del rey. Guiciardini, embajador de Florencia en la corte de Carlos I, dice de los españoles en apariencia religiosos, pero no en la realidad, casi las mismas palabras de Tiépolo en 1536.
Los italianos veían en general a la Inquisición como un mal necesario para los españoles, cuya religiosidad era dudosa, por no decir falsa, tras siglos de mezcla con judíos y moros. De hecho, a partir de 1492 marrano pasó a ser sinónimo de español y al papa Alejandro VI se le llamaba marrano circuncidado. La Inquisición, se decía, aunque bien necesaria para los españoles, no era más que una treta para robar el dinero de los judíos y no tenía nada que buscar en territorio italiano, donde no era necesaria. Cuando la Inquisición comenzó a perseguir a luteranos, la explicación fue que los españoles eran por naturaleza más dados a la herejía.
[editar] El protestantismo
En el norte de Europa fue el enfrentamiento religioso y la amenaza del poder imperial español los que dieron nacimiento a la Leyenda Negra, ya que el pequeño número de protestantes que fueron ejecutados por la Inquisición no hubiera justificado una campaña de ese tipo. Los protestantes, que habían empleado la imprenta con éxito para difundir sus ideas, intentaron ganar con propaganda la guerra que no podían ganar por las armas.[4]Por una parte, los teólogos católicos tachaban de advenedizos a los protestantes, que, al contrario que la Iglesia Católica, no podían demostrar su continuidad desde tiempos de Cristo. Por otra, los teólogos protestantes razonaban que esto no era cierto, que la suya era la Iglesia auténtica que había sido oprimida y perseguida por la Iglesia Católica a lo largo de la historia.[5] Este razonamiento, que sólo fue esbozado por Lutero y Calvino, fue completado por la historiografía protestante posterior, identificándose con Wyclif o los lollards de Inglaterra, los husitas de Hungría y los valdenses de Francia. Esto, a pesar de que los herejes en el siglo XVI no sólo eran perseguidos en países católicos, sino también en los países protestantes.[6] A finales del siglo XVI las confesiones protestantes se habían identificado con las herejías de épocas anteriores y se autodefinían como mártires.
Cuando comenzaron las persecuciones de protestantes en España, la hostilidad que había hacia el papismo se extendió inmediatamente al rey de España, del que dependía la Inquisición, y a los dominicos, que la dominaban. Al fin y al cabo, la mayor derrota que habían sufrido los protestantes había sido a manos de Carlos I de España en la batalla de Mühlberg en 1547. Una imagen de España, en parte promovida por la corona española, como adalid del catolicismo se extendió por toda Europa.

La llorona
Es una leyenda mexicana, la que aquí se presenta, aparece en el libro Leyendas y sucedidos del México colonial, compilación de Víctor J. Gómez, México, Gómez Gómez Hnos., 1999.
Es una leyenda mexicana, la que aquí se presenta, aparece en el libro Leyendas y sucedidos del México colonial, compilación de Víctor J. Gómez, México, Gómez Gómez Hnos., 1999.
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Este era el lamento que continuamente se escuchaba en la ciudad de México: ¡Ay de mis hijos, que será de mis hijos!
Se daba el toque de queda en la catedral y todos los habitantes de la ciudad cerraban las puertas de sus casas con cuanto tuvieran a la mano. Se encerraban a piedra y lodo, pues nadie quería ni siquiera asomar los ojos hacia fuera.
Dicen que hasta los viejos soldados conquistadores, que demostraron su valentía en la conquista de México, no querían salir a la calle, al llegar esa hora terrible. Los hombres se encontraban cobardes y a las mujeres les temblaba todo el cuerpo; los corazones se sobresaltaban al oír este gemido terrible, largo, que penetraba hasta los huesos.
¿Quién podría ser el valiente que se atreviese a salir a la calle ante ese llanto que causaba profunda lástima y que se escuchaba noche a noche por la ciudad entera? ¡La llorona! Clamaba la gente y del puro susto apenas podían murmurar una pequeña oración y con la mano temblorosa hacían la señal de la cruz. Las mujeres oprimían sus rosarios con el corazón, cruces o imágenes que llevaban colgando de sus cuellos.
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Cuando se escuchaban los gemidos de esta mujer, más de algún valiente quiso salir a ver quien era la persona que emitía esos gritos tan angustiosos, costándole en ocasiones a unos la vida o a otros el juicio que veían perdidos por el susto. Se decía que esto era cosa de ultratumba, pues si se tratara de gritos humanos, éstos no se escucharían a más de tres calles de distancia y sin embargo estos lamentos se oían por toda la ciudad; traspasaban paredes y todos los habitantes los escuchaban.
Hubo algunos envalentonados por el vino, que al salir de las tabernas pretendían ir a su encuentro, encontrando en esta hazaña la muerte. Otros quedaron locos de la impresión y los menos, no volvieron a intentar esta aventura y preferían quedarse encerrados en sus casas.
La llorona era una mujer que flotaba en el aire, con un vestido blanco y cubría su descarnado rostro con un velo muy suave, que permitía verle la calavera de su cara. Cruzaba toda la ciudad con mucha lentitud; unas noches por unas calles o plazas y otras por distintas callejuelas; dicen los que la vieron que alzaba los brazos y emitía aquel quejido angustioso que asustaba a todos los que la escuchaban: ¡Ay, ay de mis hijos, que será de mis hijos! Luego se desvanecía en el aire y se trasladaba a otro sitio a emitir sus quejidos.
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Se levantaba y se encaminaba hacia la orilla del lago caminando lentamente y ahí se perdía, se vaporizaba en el aire y se perdía de vista, no se sabe si se sumergía en las aguas o se disolvía, puesto que los que la llegaron a seguir, dicen que en este sitio se perdía de vista.
Esto pasaba todas las noches en la ciudad de México y verdaderamente tenía inquietos a los habitantes de la ciudad, pues nadie podía explicarse quien era esa mujer y cual era la razón de sus lamentos.
Muchas eran las versiones que se daban en torno al suceso.
Unos decían que esta mujer había fallecido lejos de su esposo a quien amaba profundamente y que venía de ultratumba a verle y a llorarle, pues no podía estar con él, pues se decía que dicho caballero había vuelto a contraer nupcias con una bella dama y que ya la había olvidado completamente. Otras lenguas afirmaban que la mujer nunca pudo desposarse con el caballero, pues la sorprendió la muerte antes de que le diera su mano y la razón por la cual venía del más allá, era para volverle a ver, pues resultaba que el tal caballero se encontraba perdido en vicios que perturbaban su alma.
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Otros afirmaban que había sido una esposa infiel y que como no hallaba paz en la otra vida, venía del mundo de los muertos, con el fin de alcanzar el perdón por sus faltas cometidas en vida. Algunos decían que la mujer había sido asesinada por un marido celoso; se comentaba también que la famosa llorona era la célebre Doña Marina, quien de todos es sabido que vivió amancebada con el conquistador Hernán Cortés y que venía a este mundo con permiso del Cielo, a llenar el aire de lamentaciones, en franca señal de arrepentimiento, por haber traicionado a su pueblo, al ponerse del lado de los conquistadores españoles y que cometieron tantas brutalidades contra su pueblo.
Esta pobre alma viajaba por todo el país de México, llegando a cada ciudad en donde; en las noches de luna se veía pasar su silueta blanca y profiriendo sus espantosos lamentos que asustaban al ganado; se le llegó a ver hincada al pie de cruces; salía con gran misterio de las cuevas, donde habitaban salvajes fieras emitiendo siempre su lamento ¡Ay, ay de mis hijos, que será de mis hijos!
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Esta tradición se deriva también de las premoniciones que tuvieron los antiguos mexicanos antes de la llegada de los españoles,
LA FABULA
Érase una gallina que ponía
un huevo de oro al dueño cada día.
Aún con tanta ganancia, mal contento,
quiso el rico avariento
descubrir de una vez la mina de oro,
y hallar en menos tiempo más tesoro.
Matóla; abrióla el vientre de contado;
pero después de haberla registrado FABULA
¿qué sucedió? Que, muerta la gallina, LA GALLINA DE LOS HUEVOS DE ORO
perdió su huevo de oro, y no halló mina.
¡Cuántos hay que teniendo lo bastante,
enriquecerse quieren al instante,
abrazando proyectos
a veces de tan rápidos efectos,
que sólo en pocos meses,
cuando se contemplaban ya marqueses,
contando sus millones,
se vieron en la calle sin calzones!
Las fábulas son composiciones breves literarias en las que los personajes casi siempre son animales u objetos, que presentan características humanas como el habla, el movimiento, etc. Estas historias concluyen con una enseñanza o moraleja de carácter instructivo, que suele figurar al final del texto.
1 Género literario
2 Historia
3 Características JEAN DE LA FONTAINE
4 Fábula y moral
5 Véase también
7 Enlaces externos
[editar] Género literario
No debe confundirse con la parábola o relato simbólico ni con el discurso o sermón parenético, cuya intención es exhortar a seguir una conducta ética y por ello recurre con frecuencia a este tipo de procedimientos.
Se diferencian de los apólogos en que éstos son más generales y en ellos pueden intervenir además hombres y personajes tanto animados como inanimados. Pueden estar escritas en prosa o verso. En el Index motifs, catálogo de motivos de relatos folclóricos de Antti Aarne y Stith Thompson (Aarne-Thompson), las fábulas aparecen clasificadas como cuentos de animales. A pesar de ser un género literario sujeto a la transmisión oral de generación en generación, la fábula aún conserva estas características que la diferencian de otros géneros narrativos más mutables como el cuento o relato o la novela, a la cual el tiempo ha traído numerosos cambios y nuevos subgéneros y tendencias.
Conviene distinguir claramente la fábula género literario de la fábula argumental o argumento: Aristóteles hablaba de esta última cuando escribe que la fábula es uno de los seis elementos que forman la tragedia junto con los caracteres, el canto, la elocución, el pensamiento y el espectáculo. (Poética, cap. VI, 1450a). Así pues, la fábula trágica es su argumento o el encadenamiento de acciones y hechos expuestos que forma la narración o, de otra forma, en el lenguaje cinematográfico, la sinopsis.
La fábula ya era cultivada en Mesopotamia, dos mil años antes de nuestra era. Unas tablas de arcilla que provienen de bibliotecas escolares de la época cuentan brevemente historias de zorros astutos, perros desgraciados y elefantes presuntuosos. Muchos de estos textos muestran una gran afinidad con los proverbios por su construcción antitética, pero no poseen una moral explícita.
En la antigüedad griega, la primera fábula es conocida, como la del ruiseñor, la contó Hesíodo alrededor del siglo VIII a.c en Los trabajos y los días, y ya posee la intención de hacer reflexionar sobre la justicia. Aunque en Homero no hay fábulas, sus comparaciones con animales ya poseen in nuce el germen del género. En época clásica Sócrates entretuvo sus últimos días poniendo en verso las fábulas de Esopo. Demetrio de Falero publicó la primera colección de fábulas históricamente atestiguada, que se ha perdido, pero que dio lugar a innumerables versiones. Una de ellas, fusión de varios manuscritos, data probablemente del siglo I después de Cristo, y es la llamada Augustana. Es a esta colección a la que nos referimos cuando hablamos de las llamadas Fábulas de Esopo. Era este un esclavo semilegendario de Asia Menor de cuyas circunstancias biográficas poco se puede sacar en limpio, salvo que fue vendido como esclavo en Samos al filósofo Janto, quien le prometió repetidas veces la libertad y la obtuvo al fin gracias a una intervención popular. Nicóstrato hizo una colección de fábulas con intención educativa en el siglo II, y también otros sofistas. De Grecia la fábula pasó a Roma; Horacio escribió en Sátiras, II, 6, una memorable, la del ratón del campo y el ratón de ciudad; Fedro, siguiendo ese precedente, transformó el género en prosa en un género poético en verso. En el siglo IV el poeta romano Flavio Aviano escribió unas cuarenta, en su mayor parte adaptaciones de las de Fedro, pero otras no atestiguadas por ninguna tradición y quizá elaboradas por él mismo; las fábulas de Aviano circularon mucho en la Edad Media, porque a diferencia de las de Fedro no son nunca licenciosas y su métrica, en la que abunda el hexámetro leonino, facilita el recuerdo.
En la Edad Media la fábula continúa transmitiéndose bajo nombres de autores o de colecciones que parecen pseudónimos: Romulus, Syntipas, pseudo-Dositeo, el Isopete... Esta temática se expande considerablemente mediante el Roman de Renart, colección de narraciones compuestas por clérigos anónimos en el siglo XII. En las historias del Ysengrinus, obra latina del poeta flamenco Nivard de Gand, la lucha del zorro contra el lobo sirve de pretexto para una vigorosa sátira social del la sociedad feudal y sus injusticias. La fábula se transforma aquí en una comedia animal. En el siglo XII, la poetisa María de Francia publica una colección de 63 fábulas.
Por otra parte, circularon por Europa numerosas colecciones de otras fábulas pertenecientes a una tradición autónoma distinta de origen indio (Hitopadesa, Pancatantra), difundidas a través de traducciones árabes o judáicas españolas o sicilianas. Muchas de ellas fueron a pasar a exemplarios o libros de ejemplos para sermones. El más famoso y difundido fue sin duda la Disciplina clericalis del judío converso español Pedro Alfonso, entre otros muchos.
Jean de La Fontaine.Durante el Renacimiento las fábulas contaron con el interés de los humanistas; Leonardo da Vinci, por ejemplo, compuso un libro de fábulas. El género de los emblemas, que se puso de moda en el siglo XVI y XVII, recurrió con frecuencia a la fábula en el comentario escrito y en el grabado gráfico a imitación del humanista italiano Alciato, como los de Guillaume Guéroult, quien parece haberse especializado en este género con Le Blason des Oyseaux (1551), Les Hymnes du Temps et de ses parties (1560) y Les Figures de la Bible (1564), compuestos bajo el mismo modelo de un grabado acompañado de una corta pieza en verso. En Portugal cultiva la fábula Sá de Miranda. El jesuita François-Joseph Desbillons, profesor, produjo quinientas sesenta. Boisard publicó una colección con mil y una. Jean-Pons-Guillaume Viennet publicó en 1843 fábulas que escribió a lo largo de toda su vida. Incluso Napoleón, antes de ser consagrado emperador, compuso una juzgada bastante buena en su época.
Sin embargo casi todos estos autores han caído en el olvido, salvo Jean de La Fontaine y el escritor dieciochesco Florian (1755-1794). Este último compuso una colección de un centenar de fábulas de moraleja pública o privada. Florian inspiró a su vez al inglés John Gay y a los españoles Tomás de Iriarte (Fábulas literarias) y Félix María Samaniego. Gotthold Ephraim Lessing ilustró el género en Alemania e Ignacy Krasicki en Polonia.
En el siglo XIX la fábula se cultivó también con ahínco en el resto del mundo, aunque no en Francia; tuvieron éxito solamente las colecciones especializadas en temas concretos; en Rusia cultivaron el género Iván Krylov, en España Cristóbal de Beña (Fábulas políticas) y Juan Eugenio Hartzenbusch y en México José Rosas Moreno. Ambrose Bierce utilizó la fábula para la sátira política en los Estados Unidos (con sus Fábulas fantásticas y su Esopo enmendado), pero Beatrix Potter (1866-1943) fue más convencional en Gran Bretaña.
En España, y ya en el siglo XX, ha escrito un Nuevo fabulario Ramón de Basterra, quien, siguiendo algunos precedentes de Hartzenbusch, hace protagonistas de sus composiciones a elementos deshumanizados, como máquinas, cigüeñales, émbolos, cables y grúas, en vez de leones, zorras, cuervos o lobos; con ello incorpora la Revolución industrial y las Vanguardias a esta milenaria tradición. En 1961, el dramaturgo francés Jean Anouilh publicó una colección de 43 fábulas que fue muy vendida y revitalizó este género. Jean Chollet ha escrito también en el siglo XX bastantes fábulas inspiradas en el mundo actual.
Las fábulas y los apólogos se utilizaron desde la Antigüedad grecorromana por los esclavos pedagogos para enseñar conducta ética a los niños que educaban. La moral deducida de estos ejemplos era la del paganismo: es imposible cambiar la condición natural de las cosas, incluida la condición humana y el carácter de las personas. Con el tiempo, el Cristianismo sustituyó esta concepción del mundo por otra que presuponía en el hombre la posibilidad de cambiar su naturaleza, con un juicio moral incluido. Esopo y Babrio, entre los autores de expresión griega, y Fedro y Aviano entre los romanos, han sido los autores más célebres de fábulas y han servido de ejemplo a los demás. Con la revitalización de la Antigüedad clásica en el siglo XVIII y su afán didáctico y educador comenzaron a escribirse fábulas; en el siglo XIX, la fábula fue uno de los géneros más populares, pero empezaron a ampliarse sus temas y se realizaron colecciones especializadas. En el siglo XX el género se cultivó ya muy poco.
EL CUENTO
El cuento es una narración breve protagonizada por un grupo reducido de personajes.
•
Hay dos grandes tipos de cuentos: el cuento popular y el cuento literario.
• El cuento popular: Es una narración tradicional breve de hechos imaginarios que se presenta en múltiples versiones, que coinciden en la estructura pero difieren en los detalles. iones).
• El cuento literario: Es el cuento concebido y trasmitido mediante la escritura. El autor suele ser conocido. El texto, fijado por escrito, se presenta generalmente en una sola versión, sin el juego de variantes característico del cuento popular. El cuento se compone de tres partes.
Partes del cuento
• Introducción o planteamiento: La parte inicial de la historia, donde se presentan todos los personajes y sus propósitos. Pero fundamentalmente, donde se presenta la normalidad de la historia. Lo que se presenta en la introducción es lo que se quiebra o altera en el nudo. La introducción sienta las bases para que el nudo tenga sentido.
• Nudo: Parte donde surge el conflicto, la historia toma forma y suceden los hechos más importantes. El nudo surge a partir de un quiebre o alteración de lo planteado en la introducción.
• Desenlace o final: Parte donde se suele dar el clímax, la solución a la historia y finaliza la narración. Incluso en los textos con final abierto, hay un desenlace.
•
Hay dos grandes tipos de cuentos: el cuento popular y el cuento literario.
• El cuento popular: Es una narración tradicional breve de hechos imaginarios que se presenta en múltiples versiones, que coinciden en la estructura pero difieren en los detalles. iones).
• El cuento literario: Es el cuento concebido y trasmitido mediante la escritura. El autor suele ser conocido. El texto, fijado por escrito, se presenta generalmente en una sola versión, sin el juego de variantes característico del cuento popular. El cuento se compone de tres partes.
Partes del cuento
• Introducción o planteamiento: La parte inicial de la historia, donde se presentan todos los personajes y sus propósitos. Pero fundamentalmente, donde se presenta la normalidad de la historia. Lo que se presenta en la introducción es lo que se quiebra o altera en el nudo. La introducción sienta las bases para que el nudo tenga sentido.
• Nudo: Parte donde surge el conflicto, la historia toma forma y suceden los hechos más importantes. El nudo surge a partir de un quiebre o alteración de lo planteado en la introducción.
• Desenlace o final: Parte donde se suele dar el clímax, la solución a la historia y finaliza la narración. Incluso en los textos con final abierto, hay un desenlace.
EL CUENTO
Cuento de Caperucita Roja
El cuento de Caperucita Roja.
Erase una vez una niña muy bonita. Su
madre le habia hecho una capa roja y la
niña la llevaba tan a menudo que todo
el mundo la llamaba Caperucita Roja.
Un dia , su madre le pidio que llevase unos
pasteles a su abuelita que vivia al otro lado del
bosque , recomendandole que no se
entretuviese en el camino , porque cruzar el
bosque era muy peligroso , ya que siempre
estaba acechando por alli el lobo.
Caperucita Roja recogio la cesta con los
pasteles y se puso en camino. La niña tenia
que atravesar el bosque para llegar a casa de
la Abuelita , pero no tenia miedo porque alli
siempre se encontraba con muchos amigos:
los pajaros, las ardillas...
De repente vio al lobo , que era enorme ,
delante de ella.
- ¿A donde vas , niña? - le pregunto el lobo
con su voz ronca.
- A casa de mi Abuelita - dijo Caperucita.
- No esta lejos - penso el lobo para si,
dandose media vuelta.
Caperucita puso su cesta en la hierba y se
entretuvo cogiendo flores: - El lobo se ha ido
-penso- , no tengo nada que temer. La abuelita
se pondra muy contenta cuando la lleve un
hermoso ramo de flores ademas de los
pasteles.
Mientras , el lobo se fue a casa de la
Abuelita , llamo suavemente a la puerta y la
abuelita le abrio pensando que era su nieta
Caperucita. Un cazador que pasaba por alli
habia observado la llegada del lobo.
El lobo devoro a la Abuelita y se puso su gorro rosa
se metio en la cama y cerro los ojos. No tuvo que
esperar mucho , ya queCaperucita Roja llego
enseguida , toda muy contenta.
La niña se acerco a la cama y vio que su abuela
estaba muy cambiada.
Abuelita , abuelita , ¡que ojos mas grandes tienes!
- Son para verte mejor- dijo el lobo tratando de
imitar la voz de la abuela.
- Abuelita , abuelita , ¡que orejas mas grandes
tienes!
- Son para oirte mejor- siguio diciendo el lobo.
Abuelita , abuelita , ¡que dientes mas grandes
tienes!
- Son para...¡comerte mejoooor!- y diciendo esto,
el lobo malvado se abalanzo sobre Caperucitay la
devoro al igual que habia hecho con la abuelita.
Mientras tanto, el cazador se habia quedado
preocupado y creyendo adivinar las malas
intenciones del lobo, decidio echar un vistazo a ver
si todo iba bien en la casa de la Abuelita. Pidio
ayuda a un segador y los dos juntos llegaron al
lugar.
vieron la puerta de la casa abierta y al lobo
tumbado en la cama, dormido de tan harto que
estaba.
El cazador saco su cuchillo y rajo el vientre del
lobo. La Abuelita y Caperucita estaban alli, ¡vivas!.
Para castigar al malvado lobo , el cazador le lleno el
vientre de piedras y luego lo volvio a cerrar.
Cuando el lobo desperto de su pesado sueño,
sintio muchisima sed y se dirigio a un estanque
como para beber. Como las piedras pesaban
En cuanto a Caperucita y su abuela, no sufrieron
mas que un gran susto, pero Caperucita Roja
habia aprendido la leccion. Prometio a su Abuelita
no hablar con ningun desconocido que se
encontrara en su camino. De ahora en adelante ,
seguiria los consejos de su Abuelita y de su Mama.
FIN
lunes, 30 de agosto de 2010
CLASES DE NARRACIONES
FABULA:Principales obras : pequeña narración en verso de hechos imaginarios, que deja una narración en prosa de hechos reales o ficticios.
CUENTO narración de peripecias en torno a un personaje.
APOLOcomposición en prosa en la que intervienen animales personificados, con finalidad moral o didáctica.
LEYENDA: narración de un suceso maravilloso, que se basa en algo real, pero transformado por la fantasía popular.
CUENTO narración de peripecias en torno a un personaje.
APOLOcomposición en prosa en la que intervienen animales personificados, con finalidad moral o didáctica.
LEYENDA: narración de un suceso maravilloso, que se basa en algo real, pero transformado por la fantasía popular.
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